martes, 25 de septiembre de 2018

Coligado



Camino entre restos de una ciudad llena de flores, otrora bellas y hoy secas de toda sequedad.
Ceguera parcial, donde las pupilas se desintegran cansadas de paisajes grises.
Como un centauro, lucho empecinado entre mis profusas alegrías, cuerpo a cuerpo.
Casi un álter ego desquiciado, rasco la sarna, que avasalla mi piel pura y disfruta boicoteándome.
Caigo tantas veces, que la cuenta es imposible de llevar, mágicamente levanto mi mirada al cielo, con una plegaria muda y con la ayuda de las estrellas me pongo de pie, una vez más.
Carcajadas imparables suenan como algarazas, en medio de la noche más larga.
Comparo infatigablemente mi fuerza, es como la del acero fundido corriendo por mis venas moradas, dejando ardientes surcos.
Confluyen en mí dos existencias inalterables, que pujan por ganar.
Cofradía ponzoñosa instalada, debilitándome desde mis entrañas retorcidas. 
Cansada ya de convertirme una y mil veces, entre infinitas opciones y pasiones, inquiero armonía, desde los más oscuros y eternos laberintos.



Liliana Parra

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