martes, 25 de septiembre de 2018

La ley del péndulo


Desde que se abolió la esclavitud, los conflictos sociales no dejaron de ocasionar caos y descontento generalizado en la población. Marchas, protestas, piquetes y cortes de vías reclamando vaya a saber qué. Hoy, gracias a la abolición de la libertad, podemos gozar de la plena certeza de que los trenes funcionarán con normalidad en todos sus ramales.
La aprobación por unanimidad de la Ley del Péndulo representa una ventaja para todos los pasajeros. Estableciéndose un horario de partida y un horario de llegada, ya nadie dudará de la duración de su viaje, ni de su recorrido, ni de su destino final. El reloj de péndulo marca la hora oficial, legal, indiscutible, como todo en este maravilloso mundo que supimos conseguir.
Atrás quedó el desconcierto, la duda, la incertidumbre… hoy que sabemos que el destino está escrito uno puede adquirirlo en boletería a precios bajísimos. Nada como la tranquilidad de saberse en el camino correcto. Sea en primera clase o en la cuarta, uno por fin puede estar seguro de que ese asiento que hoy ocupa es el que le ha sido designado hasta el final de su viaje.
- Perdón… ¿puedo hacer una pregunta?
- No, señor. Hacer preguntas está penado por la ley. Debería saber que está prohibido cuestionar la autoridad por ley 25.584.
- ¿Y si necesito sacarme una duda sobre el funcionamient…
- La duda también está prohibida. Váyase antes que llame a seguridad, por favor.
Y me tuve que ir… antes de que me echen a patadas. Nunca imaginé que viajar en el tiempo pudiera traerme esta clase de sorpresas. El mundo se fue al carajo. O se va a ir, mejor dicho. El renacimiento del medioevo no sólo llenó de curas y culpas las calles, mujeres en las hogueras y censura en las pantallas. En el nuevo mundo no hay manera de conseguir pasaje hacia mi añorado presente, en donde todavía podía elegir a dónde ir.


Mariana Cravenna

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